miércoles, 24 de junio de 2009

Veinte años no es nada: Centro Cultural de la Puerta de Toledo

Hace aproximadamente veinte años que se abrió el Centro Cultural de la Puerta de Toledo en Madrid, y recuperando las fotos de las revistas de aquella época, que obsesivamente almaceno en mi biblioteca, contemplo los estragos puntuales que la desidia ha infringindo en este edificio.
Por aquella época un alcalde socialista ocupaba el despacho del Palacio de la Villa, la movida daba sus últimos coletazos y cierto estoicismo republicano guiaba las decisiones urbanísticas del concejo. Para la remodelación de la Glorieta de la Puerta de Toledo, se eligió por aquella época a un conocido pintor llamado Juan Navarro-Baldebeg, discipulo de Alejandro de la Soto y cuya alargada sombra controlaba los compromisos racionalistas de la escuela madrileña. Las líneas depuradas, el rigor en el detalle y las evocaciones nórdicas (sobre todo Asplund) configuraron un conjunto de edificios de simpleza volumetrica y contundencia urbana.
Aquellos tiempos pasaron, y le sustituyó el hedonismo imperial de la actualidad, el la que obras puntuales de resonancia internacional y dudosa funcionalidad, dominan inmensos ensanches de urbanismo basura. Una especie de venganza funcionarial se ensañó sobre el acceso a los talleres desde la infrautilizada calle de la Paloma, para colocar sobre el mismo la maquinaria del aire acondicionado que el descuido del arquitecto-divo descuidó y que además imposibilitó colocar en otro lugar más discreto. Dudo mucho que se consultase al padre de la criatura de semejante actuación, algún eficaz subsecretario desde su enmoquetado despacho y sus secuaces operarios solucionarion el problema dejando patente que lo que se iba a hacer era completamente ajeno al concepto general del edifico: Se blindó el acceso con una vulgar rejería de oferta, como si la cultura tubiese que estar recluida, y se instaló una torpe y sobredimensionada estructura metálica para instalar la maquinaria. Se nota que ni siquiera un ingeniero estubo detrás de semejante chapuza, porque incluso estos pragmáticos seres no hubiesen tolerado las flores de lis rematando los barrotes (absolutamente kitch, a la altura del toro encima de la tele)... eso si, pintado todo con pintura plástica blanca titanlús.
A pesar de todo, podría ser peor.

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