martes, 23 de junio de 2009

La radical se traspasa

Sería mejor que se vendiese, pero la Radical sólo se traspasa.

Hace unos meses, los directivos de las grandes compañías intervenidas por el estado aparecían en los medios entonando el mea culpa, los presidentes de los gobiernos prometian controlar los desmanes que estos truhanes habían realizado e incluso se les amenazó con devolver sus fantásticas ganancias. Era la época de la refundación del capitalismo, de la lucha de Zapatero para que Sarkozy le invitase a la reunión de los 20 (La Salkosilla ¡Qué grande la Espe!). Resultó sospechoso que en tan prometedor evento sólo acordasen la fecha y el lugar para volver a reunirse (así, hasta el infinito), como un grupo de viejos amigos que han estado sin encontrarse durante mucho tiempo y siempre prometen volver a juntarse con prontitud. Este amistoso ambiante de las autoridades políticas contrastaba con la histeria reinante durante aquella otra crisis, la del 29, con la que tanto se está comparando: Los inversores en bolsa ya no saltan por la ventana hacia el vacio, muy al contrario, se entregan a la justicia y adminten sus fechorias ¡Sin devolver un sólo dolar! (Vease al señor Madof). En España tenemos al Cachuli, un sinverguenza que pasa unos añitos a la sombra y después a pegarse la gran vida. La justicia está hecha para los pobres, estos sujetos gozan rapidamente de los beneficios penitenciarios gracias a su comportamiento ejemplar y en absoluto problemático, pueden pagarse buenos abogados (sino lo hacen gratis por la repercusión mediatica) y sufren de la salud. Así que durante una breve estancia entre rejas, el ladrón y su descendencia podrán gozar de los increibles beneficios obtenidos sin molestía alguna por parte de la justicia.
Este caso sería el más exagerado o torpe, lo habitual en esta sociedad pornografica no es el castigo sino todo lo contrario: el premio. Estos tiburones del mercado inmobiliario que han destrozado el mercado sirviendose de sus MBA y de las vaguedades legales, son reclamados por las entidades financieras, para que sigan proporcionando increibles beneficios (como bien han demostrado) a expensas de lo que sea.
Mientras, la única solución sugerida por los presidentes de los bancos centrales no es la expulsión de estos malhechores, sino la reforma del mercado laboral, para que los trabajodores sufran en toda su amplitud y excarnio las tropelias cometidas. Porque la culpa es de los trabajadores por seguir siendolo y no aprovecharse de las inmensas posibilidades de un sistema trucado y que parece va a conservar su podrida salud durante mucho tiempo. Es una pena que la Radical se venda.

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